Reflexionando sobre creación cultural

Reflexionando sobre creación cultural

(Martes 16 de marzo 2021)

Hoy, participé en un encuentro virtual con algunos de los creadores culturales de la guía Iberoamericana de creadores.

A través de esta virtualidad que nos imponen los tiempos y la pandemia, conocí a: Yeiner Chicas de Nicaragua, a Rossell Meseguer de España, a Daymé Arocena de Cuba, a Juan David Henao de Colombia, a Carolina Espinoza de España y también nos acompañó Paul del Organismo Internacional de la Juventud.

Durante este intercambio nos hicieron varias preguntas de gran valor para conocer nuestras impresiones sobre lo que significa ser creador cultural, las dificultades que hemos enfrentado en la difusión de nuestro producto cultural con las restricciones del Covid-19, qué apoyos se necesitan de nuestros gobiernos en Iberoamérica, y además estuvimos explorando nuevas ideas para una próxima edición de la guía de creadores.

Los comentarios y opiniones reflejaban la sensibilidad y el conocimiento de los participantes sobre su sector y los desafíos políticos y sociales a los que se enfrentan como exponentes de la cultura.

Todavía me resuenan algunas de las preguntas y los temas que se derivaron de ellas.

Un creador cultural genera bienes y productos culturales que son fruto de una viva imaginación, de un ejercicio de la creatividad y de una aplicación del pensamiento artístico.  En países como la República Dominicana, los creadores se encuentran en todas partes, desde los profesionales que han aprendido su arte con técnica y formación esmerada en Escuelas especializadas como Chavón u otras, hasta aquellos en el barrio y la comunidad más deprimida que crean apelando a lo empírico, al gusto propio y al aprender haciendo. Todos ellos son valiosos e inigualables, representan ese conjunto de obras, ideas y conocimientos que conforman eso que llamamos cultura. Por eso, aún me resuena con potencia la pregunta sobre el apoyo que se puede obtener desde los gobiernos y se me ocurren muchas cosas adicionales a las que comenté en la entrevista: se debe primero proteger los derechos de los artistas y resguardar sus obras, reconocer el  valor de su arte, desde apreciar el talento local rompiendo el paradigma de que todo lo bueno viene de fuera, hasta proteger obras magníficas como los murales públicos que se han expandido tanto últimamente, cuidándolos y restaurándolos cuando haga falta.

También hay que dejar de ver la creación cultural como un ejercicio de ocio, y entender que el arte es parte integral del desarrollo económico y social de una nación. Hoy en día, se ha acuñado el término de «la Economía Naranja» para referirse a la industria cultural que moviliza miles de millones de dólares en el mundo y puede constituirse en un instrumento más para el progreso, pues alrededor de los bienes y servicios culturales se movilizan empleos y se dinamizan las comunidades.

El Estado también tiene el rol de invertir en investigaciones en torno a comprender las necesidades culturales de la gente, y que éstas informaciones guíen las políticas públicas para invertir y desarrollar sectores con amplia potencialidad.

En la República Dominicana, tenemos establecido en la Ley 41-00 de cultura que el 1% del gasto público nacional debe ser destinado a apoyar la cultura.

Artículo 56.- El gasto público anual en cultura debe alcanzar, de una manera gradual y creciente, un mínimo de un 1 por ciento (1%) del gasto público total estimado para el año corriente. (Ley 41-00)

Tenemos leyes de incentivos fiscales y mecenazgo que permiten que el sector privado se interese por invertir en cultura y contratar creadores culturales en un amplio margen de sectores, pero, es vital que se socialicen las oportunidades  y se garantice el acceso de todos  los creadores a las mismas. Guías como la que se puso en circulación por Meninas Cartoneras, son un ejemplo de cómo podemos generar conocimiento sobre la creación cultural que sea útil. Ojalá podamos tener en República Dominicana una guía de creadores nacionales que permita al sector privado y a los gobiernos locales conocer y apostar por los artistas dominicanos para sus proyectos. La cultura es eminentemente colaborativa, y juntos sector público, privado, organismos de cooperación, artistas y sociedad civil podemos hacer una gran diferencia.

Ojalá en el futuro se propicien más intercambios de este tipo que permitan a los artistas conocer otras perspectivas, o compartir desafíos similares y aumentar su capacidad de interlocución.

Finalmente, quiero comentar que el COVID-19 ha generado dolor y sufrimiento en todo el mundo. En la República Dominicana, perdimos a causa de esta enfermedad a creadores como Jenny PolancoVíctor Víctor, el Ciego de Nagua y escritores de la magnitud de René Rodríguez Soriano. Han sido tiempos difíciles, pero la cultura ha demostrado su capacidad para ayudarnos a enfrentar el confinamiento, aprender a ser más resilientes y conectar con otros. Los creadores durante esta pandemia pusieron a prueba su creatividad para reinventarse y encontrar nuevas formas de hacer llegar su arte a la gente. Aunque los cines y los teatros estuvieron cerrados, se abrieron los lentes de muchas cámaras en todo el mundo, los artistas nos dejaron entrar a sus casas o a sus patios como Juan Luis Guerra en su concierto «Privé», y la cultura mostró ser el escape natural del ser humano ante la adversidad. ¡Qué grandes los artistas y qué magnífica forma de mostrarnos la esperanza y la certeza de que nunca estamos solos! Siempre habrá una canción, una película, un libro o hasta un tik tok que nos espere.