El pasado domingo 17 de noviembre en el marco de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo 2024, tuve el honor de acompañar al abogado Edwin Espinal y a la Periodista Lery Laura Piña en el Conversatorio titulado«Potencialidad de la Inteligencia Artificial y Derecho de Autor», en el Pabellón Animación a la Lectura y la Escritura del Museo de Historia Natural.
Mi colega Edwin Espinal abordó con maestría la primera parte del tema relacionada con los derechos de autor y la propiedad intelectual. Nos guió por un recorrido por las leyes que amparan nuestros derechos, entre ellas, la Ley 65-00 sobre Derecho de Autor, que protege las distintas obras. Explicó que el autor en el Derecho Dominicano siempre será una persona física, y que en el estado actual de la legislación no cabe preguntarse si la IA podría tener derechos sobre las obras que genera. También mencionó que contamos con un instrumento importante: la Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial (ENIA) que reconoce la necesidad de fortalecer nuestras leyes para que nuestra creatividad esté bien protegida en este nuevo escenario digital.
Luego de esta primera parte, me correspondió aborar el tema desde la perspectiva del artista, de la educación frente a la IA y del futuro. Como escritora y maestra, interesada en el desarrollo del pensamiento crítico y de la creatividad, este tema conecta directamente con lo que considero más valioso: preservar la autenticidad humana mientras adoptamos los avances tecnológicos.
La IA ha estado presente en nuestras vidas desde hace tiempo. Aunque ahora nos estemos familiarizando con el concepto, la IA no es nada nuevo. Herramientas como Google Maps, cámaras con autoenfoque, códigos postales, tecnologías en cheques, traductores automáticos y chatbots inteligentes, son tecnologías de IA que han estado integradas de forma casi imperceptible en nuestra cotidianidad. Sin embargo, innovaciones recientes como ChatGPT, han cambiado las reglas del juego. Estos modelos, diseñados para analizar grandes cantidades de datos, no solo generan texto coherente sino que ahora también pueden crear imágenes, música y hasta novelas completas.
GPT, hace referencia a Generative Pre-trained Transformers, una tecnología que mediante algoritmos y una enorme cantidad de datos (Big Data) con los que es entrenada, es capaz de “generar” un texto completamente nuevo. Este texto, es por demás eficiente, respeta las normas gramaticales, por lo general cumple con su propósito comunicacional y además estará listo en 30 segundos. La capacidad generativa del GPT le ha ahorrado tiempo precioso a miles de profesionales en el mundo. Según un estudio del Pew Research Center, el 55% de los adultos en Estados Unidos reportan interactuar con tecnologías de IA al menos una vez al día.
Los autores también la estan utilizando como una herramienta para enriquecer sus obras. Un ejemplo es Rie Kudan, la ganadora de un prestigio concurso literario en Japón que admitió haber utilizado ChatGPT. Pero, ¿qué sucede cuando la IA, genera la obra por completo? En el conversatorio, compartí un caso que ilustra este punto: en 2016, una novela titulada The Day a Computer Writes a Novel, escrita por una IA de la Universidad del Futuro de Hakodate en Japón llegó a la segunda ronda de selección en el Premio Literario Hoshi Shinichi. Esto abre un interesante debate sobre el rol de la IA como “creador”.
La IA además de escribir, también puede “ver”. Gracias a Fei Fei Li, considerada la madrina de la IA, estas tecnologías han sido entrenadas con enormes cantidades de imágenes, lo que ha permitido que hoy las IA puedan generar imágenes a partir de textos con una definición y eficiencia increíbles.
Estas capacidades hacen que el debate se centre en la “p” del GPT:¿con cuáles datos se alimenta la IA? ¿Son obras protegidas por derechos de autor? ¿Debe ser indemnizado un autor cuya obra ha sido usada para entrenar una IA sin su autorización?
En Estados Unidos, unos ocho mil autores, incluyendo a Margaret Atwood, candidata al premio nóbel de literatura, ha demandado a empresas como OpenAI para que sus obras no sean utilizadas sin permiso para entrenar modelos de IA.
Todo esto plantea interrogantes éticas sobre los derechos de autor y también sobre la originalidad de la obra: ¿Quién es el verdadero autor de un texto generado parcialmente por algoritmos?, ¿Qué ocurre cuando un escritor utiliza IA para completar su obra? Estas preguntas no solo son técnicas, sino también profundamente humanas, y muestran la necesidad urgente de regulación y transparencia.
Otro tema tratado, fue cómo la IA está transformando la educación. Más allá de memorizar datos, los estudiantes del futuro deben aprender a ser críticos, creativos y éticos. La IA, como herramienta, puede democratizar el acceso al conocimiento, pero también puede amplificar sesgos y desinformación si no se utiliza correctamente. Los maestros tenemos la responsabilidad de enseñar a las próximas generaciones a usar estas tecnologías de manera responsable y apoyar que se preserve el “factor humano”.
Finalmente, reflexioné sobre un punto que considero crucial al vislumbrar el futuro: lo humano siempre será insustituible. La creatividad, la originalidad y la capacidad de experimentar emociones y traducirlas en una obra son aspectos que ninguna máquina puede replicar plenamente. Preservar nuestra esencia humana en un mundo cada vez más automatizado será nuestro mayor desafío y, a la vez, nuestra mayor fortaleza.
La ventaja humana existirá en la medida en que nos cultivemos. El ser humano tiene que aspirar a ser mejor todos los días. Y esto solamente se desarrolla siendo auténticos, viviendo mejores experiencias, teniendo mejores emociones y perspectivas que sean únicas y valiosas. Solo así la inteligencia artificial continuará siendo nuestra herramienta y no nuestra amenaza.