ASALTO EN PLENA CALLE

(Cuento)

 Ya no se puede salir solo a la calle, hoy me sucedió algo espantoso, fui asaltado por la inspiración. Me atacó el grupo de jovencitos pertenecientes a una nación de delincuentes que ya no sentían respeto ni por las tradiciones criminales, vestían con la desfachatez de los muchachos de hoy, por ninguna parte traían un pañuelo tapándole la boca, o alguna capucha, siquiera una media nylon en la cabeza  para cubrir su rostro y que me anunciara con sólo verlos que pasaría a convertirme en una víctima.  Usaban cachuchas volteadas, aretes con diamantes en ambas orejas, el cabello perfectamente peinado con gelatina de alta fijación, jeans anchos sostenidos apenas por unas hebillas forradas de puyas metálicas como las cadenas de los perros en los dibujos animados, los calzoncillos les sobresalían por afuera del pantalón, las camisetas impactaban con sus colores oscuros y mensajes subversivos, los bling blings,  los tenis de marca y una pistola con que apuntaban hacia mi mente,  me dio toda la información necesaria  para saber que de ésta no saldría vivo.

Era media tarde, aún el sol despedía sus últimos rayos, la escena no podía ser más absurda, fue en plena calle, la gente pasaba a mi lado observando sin hacer nada, me veían atacado e indefenso y seguían su camino, decidiendo no meterse en esto, eso no era su problema, es algo que sólo les pasa a la clase social de los artistas, a ellos no, sólo son personas comunes, los espanta, sí, pero en el fondo de sus corazones creen que están exentos, no tienen sueños para robarles, andan enfundados de la intelectualidad de “todo el mundo”, no poseen mayor atractivo que el de un bolo dentro de una tómbola de lotería,  cualquier cosa que les pase no puede ser más que el  resultado de una azarosa eventualidad, son tan pobres que ya ni siquiera tienen miedo, les divierten estas historias, las leen diariamente en las esquinas, se las anuncian a cada momento en radio y en televisión y les hace tanta gracia que cuando vean manifestado el resultado del crimen, no pueden más que decir: los artistas son locos. Y allí acaba su análisis.

A los pocos segundos, cuando mi cerebro decidió reaccionar ante lo que me acontecía, y me devolviera a mi puesto de protagonista en la escena, vi al secuaz del que me apuntaba con el arma, abrir las puertas del carro, me sorprendieron con música estridente, iluminaron mi recto carácter, detuve mi correr por la vida presenciando sus momentos más importantes uno tras otro como en una fílmica, recordé algunos de mis cuentos salidos del insomnio, aquellos que me gustaban,  la incongruencia de mi sueño lúcido, saber que sueño estando despierto; pero no puedo mirar atrás, en el asiento trasero está sentado el otro maleante fingiendo ser un personaje de  “la mujer de Lot”, dispuesto a jugarme una broma pesada si volteo.

–       ¿dónde está? Búscala- me dijeron amenazantes.

–       ¿Preguntas por la imaginación? – dije

–       Si ésa,  la del juego, la de las fantasías, el arma poderosa…

–       Dale, Dale, que eto’ e’ pa’ ahora! – dijo el que iba detrás y me restregó en la sien el cañón de un arma fría al mismo tiempo que me pasaba un block de notas.

Manejé por la ciudad sosteniendo en el volante la libreta sobre la que comencé a escribir. El semáforo en rojo me obligó a detenerme permitiéndome escribir algunas líneas: “Déjame ahogarme en hielo, déjame quemarme con los rayos de la luna, toda su esfera líquida, déjame respirar el aire de piedra, el verde de un pensamiento, lo traslúcido de una lágrima. Símbolos son. Lo que… la realidad no es nada, mi locura lo es todo”.

–       ¿Y esa mierda?- dijo el que sostenía la pistola mientras el otro estallaba en carcajadas de burla. -Eso lo ‘ecribe cualquiera con un pal’ de tragos… dale, dale que no tengo pa-cien-cia- dijo lentamente.

El muro a mi izquierda es sólo una inmensa alfombra de hiedra perpendicular que esconde un escudo de alguna institución del estado que lucha contra el crimen, buena falta que me hace en este momento el que esa gente hiciera su trabajo. Estoy delirando, sí, porque así es el arte, el dolor es arte y el arte es un sueño hermoso. Destructor. Aniquilador. Mata para crear. Eso seguramente harán conmigo luego del asalto. Arte asesino. ¿Qué inspiración es ésta que frente a todos, me ha amenazado con matarme si no escribo?: “Me afirmo en la tierra y sueño cada vez que me venga en gana. Entiendo, pregunto, respondo con el simple objetivo de cambiar, pero no cambio” sólo ahora que me siento realmente despierto es que temo por mi vida. El gris me pasa de largo, el dorado quiere golpearme y de repente esquivándolos, me hago a un lado de la calle violando la norma: me estacioné en medio de una canción, rompí una ley universal y de repente me acorrala una nube de seguidores de algún político de turno, comienza a llover a su paso, llueven trozos de papel de colores electorales, les han dibujado símbolos de victoria: ¿ganarán? Sí, en sueños. Y todos pasan, y ven el carro, y ven el delicuente que me apunta y ven con claridad que estoy llorando y a nadie le importa!!. Manejo dos o tres esquinas más, esquivando la caravana y luego nuevamente me obligan a detenerme.

Hazme caso, la vida es frágil como una botella, luego que está vacía hay que destruirla”.

–       sabes que papito, vas a tener que hacernos un favorcito …- y me ponen en mi mano un arma que traían escondida. El que iba atrás agita las manos haciendo algún símbolo que les refiere algo que los llena de satisfacción.  Yo. Entiendo. Me van a obligar a cometer un crimen.

Me bajaron del auto a empujones. Me enfurecía cada vez más al ver la gente pasar, me agobiaba una indignación y una impotencia tan grandes que no tuvieron que amenazarme demasiado, ya aquello era una merecida venganza, estaba demasiado abrumado para reaccionar con raciocinio, estaba demasiado herido. Lo hice.

6:31 p.m., fin del asalto. Mis malhechores abandonaron el lugar de la escena satisfechos, me dejaron tirado en medio de la calle después de hacerme cometer un crimen muy injusto, pero me pareció más injusto decirlo porque fue verdad.

Los servidores de la ley llegaron como siempre llegan: tarde. Eran 3 o cuatro en un motor 70. Repasaban la escena esperando encontrar algo de valor antes que llegara «el químico». El de mayor rango se acercó a mí para interrogarme.

–       ¿Cómo se llama? – pregunta

–       Soy sinónimo del ayer que alguien construyó, soy el presente que destruimos y el futuro que tememos, que queremos. – respondo

–       ¿Por qué lo hizo?

–       Porque permito que algo sea, porque quiero lo permito. Me permito hacerlo una y muchas veces.

–       ¿Los que supuetamente lo asaltaron a uste’ que fue lo que le robaron?

–       Preguntas por la imaginación?, es conocernos, es permitirle a alguien que hable dentro de ti. Es magia. Dejar que otro exista en mi por un momento…

–       Señor, uté’ ta feo pa la foto- dijo el policía que ayudaba al químico a tomar algunas huellas.

Los vi confiscar el lapicero plástico que me habían dado los atracadores para que cometiera el hecho, ahora es cuerpo del delito, los químicos van a determinar si la tinta coincide con la del cadáver que yace tumbado sobre la hoja rayada del papel de mascota.

Estoy aterrorizado, después de escribir esta historia, voy a decir que no pasó, porque a veces la verdad es una mala alternativa. Es el hecho, aceptar las ideas y justificarte ante ti, escuchar tus propios argumentos, pensando en tu interior con una idea de otro.

Nunca me creí capaz de cometer una atrocidad semejante para salvar mi vida: escribí un poema de amor sin estar enamorado.

Y si me preguntas por la imaginación que me robaron, no contesto, nadie abrirá la puerta detrás de la cual estás,  solo, tú.